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Parte 14
La Muerte Intencional de Jesús
Jesús se Sacrificó a Sí Mismo como Expiación por el Pecado
Jesús descendió deliberadamente a la Tierra con la única intención de sacrificarse por la redención de nuestros pecados. Jesús fue crucificado y murió en una cruz en Jerusalén durante el siglo I d.C. Él se sacrificó voluntariamente para expiar los pecados de la humanidad y reconciliar a las personas con Dios.
Jesús fue crucificado porque fue aclamado por la multitud en Jerusalén como el Mesías, el Salvador esperado. Pero este honor amenazó a los líderes religiosos, quienes conspiraron para arrestarlo.
Traicionado por los Discípulos
Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, lo traicionó al revelar su paradero a las autoridades. Jesús fue arrestado y juzgado ante el sumo sacerdote judío, Caifás, y el gobernador romano, Poncio Pilato.
A pesar de que Pilato no encontró fallas en Jesús, la presión de la multitud lo llevó a sentenciar a Jesús a muerte por crucifixión. Los soldados romanos se burlaron y humillaron a Jesús, colocando una corona de espinas en Su cabeza y clavándolo en una cruz.
Mientras Jesús colgaba de la cruz, soportó un inmenso sufrimiento físico y emocional. En sus momentos finales, expresó perdón y amor por los que lo perseguían. Gritó: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).
La Muerte de Jesús Tiene Implicaciones de Largo Alcance
La muerte de Jesús en la cruz tiene un profundo significado. Representa el último acto de amor sacrificial, ya que Él voluntariamente dio Su vida por la salvación de la humanidad. A través de Su muerte, Jesús pagó el precio de nuestros pecados, ofreciendo perdón y reconciliación con Dios.
La crucifixión revela la profundidad del amor de Dios y Su deseo de restaurar la relación rota de la humanidad con Él. Demuestra hasta qué punto Dios está dispuesto a llegar para traer sanidad y redención a nuestras vidas.