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Parte 23
La Conversión de Saúl
La conversión de Saúl está registrada en el Libro de los Hechos, capítulo 9, versículos 1-19. Saulo, que más tarde llegó a ser conocido como Pablo, era un judío devoto que perseguía a los cristianos. Un día, mientras se dirigía a Damasco para continuar su persecución de los cristianos, una luz brillante brilló desde el cielo y lo derribó al suelo. Saúl escuchó una voz que decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Saulo preguntó quién hablaba, y la voz respondió: "Yo soy Jesús a quien tú persigues".
Saulo quedó cegado por la luz y sus compañeros lo llevaron a Damasco. Allí permaneció tres días sin comer ni beber. Mientras tanto, Jesús se apareció a un cristiano llamado Ananías y le dijo que fuera a ver a Saulo. Ananías tenía miedo de Saulo debido a su reputación de perseguidor de los cristianos, pero Jesús le aseguró que Saulo era ahora un vaso elegido para llevar su nombre ante los gentiles.
Ananías fue a Saulo y oró por él, y cayeron escamas de los ojos de Saulo. Saulo recobró la vista y Ananías lo bautizó. La conversión de Saulo fue un punto de inflexión dramático en su vida. Había sido tan celoso en perseguir a los cristianos que se había vuelto ciego a la verdad de Jesucristo. Sin embargo, después de su encuentro con Jesús, se convirtió en uno de los líderes más influyentes de la iglesia cristiana primitiva.
La moraleja de la historia de la conversión de Saulo es que nadie está fuera del alcance de la gracia de Dios. Incluso alguien tan ferviente en su oposición al cristianismo como Saulo puede ser transformado por el poder de Jesucristo. La conversión de Saulo nos muestra que el amor de Dios puede superar cualquier obstáculo, y que cualquiera que recurra a él con un corazón sincero puede ser perdonado y redimido. Nos enseña a nunca rendirnos ante nadie, por muy arraigados que parezcan en sus creencias o comportamientos.